¿El ser humano tiene una relación con Dios?
El hombre es creado con la
capacidad de responder al encuentro con Dios. Es Él quien sale al encuentro del hombre. Este puede responder a Dios acogiendo su llamado desde su
condición de "creado a imagen"
única y exclusivamente en la medida en que Dios le ha hablado primero, al
llamarlo a la existencia. (Génesis 1, 26-31).
El hombre se relaciona con Dios desde su naturaleza
de creatura hecha a imagen y semejanza. Desde allí se supone que dicha
naturaleza es un llamado a imitar los
comportamientos de Dios, y desde ese responder ético, entablar un diálogo con
Dios.
¿Por qué late en el hombre el deseo de Dios?
Dios mismo, al crear al hombre
a su propia imagen, inscribió en el corazón de éste el deseo de verlo. Aunque
el hombre a menudo ignore tal deseo, Dios no cesa de atraerlo hacia sí, para
que viva y encuentre en Él aquella plenitud de verdad y felicidad a la que
aspira sin descanso. En consecuencia, el hombre, por naturaleza y vocación, es
un ser esencialmente religioso, capaz de entrar en comunión con Dios. Esta
íntima y vital relación con Dios otorga al hombre su dignidad fundamental. Compendio
CEC Nms 27-30, 44-45
¿Cómo se puede conocer a Dios con la sola luz de la razón?
A
partir de la Creación, esto es, del mundo y de la persona humana, el hombre,
con la sola razón, puede con certeza conocer a Dios como origen y fin del
universo y como sumo bien, verdad y belleza infinita. Compendio CEC Nms 31-36, 46-47
¿Hay algo en nosotros por el solo hecho de ser humanos que mire hacia Dios?
Hay dos categorías antropológicas que se abren
a Dios: “creer” y “entender”. Todos
los hombres creen (en algo o alguien) y todos entienden algo sobre lo
trascendente. Xavier Zubirí, un filósofo español importante para este asunto, habla de estas dos
categorías antropológicas con una expresión de su acuñación, muy dicientes: la
dimensión sintiente (es decir, de “sentimiento”, pero en dimensión
existencial, que corresponde al “creer”), y la dimensión pensante. En
su antropología filosófica, todo hombre es un ser sintiente y pensante abierto
al encuentro con los trascendente; y
ambas dimensiones se complementan, no se oponen.
La existencia de
Cristo tiene, para el hombre un carácter de Salvador universal puesto que cada
persona, en cada época, no tiene otra posibilidad de realización que la
respuesta existencial desde su condición de imagen de Dios y de llamado en
Cristo, pues Él es la plenitud de todo lo que es verdaderamente humano. Este
acceso a Jesucristo solamente se puede realizar mediante la fe y gracias al
Espíritu Santo.
La respuesta sobrenatural a la revelación solamente viene dada por la gracia, pero esta respuesta no se da por fuera de la experiencia concreta del hombre o por fuera de su existencia cósmica. El hombre no puede responder a la fe, ni obrar movido por la gracia, sino encuentra en la complejidad de su capacidad auto cognoscitiva un motivo para creer, un "vale la pena" creer. La verdad de este presupuesto está garantizada, no sólo por el contenido de la fe católica sino por la común experiencia de los creyentes, pues todos sabemos que "dar el salto", asentir a la fe en la verdad revelada mediante un acto libre, es algo que nos pertenece como seres humanos.
¿Cuál es el llamado y la vocación que hay dentro de cada ser humano?
El ser humano llamado a vivir
una relación personal, a tener intimidad
con Dios, dejarse impregnar de su amor para darlo al otro, amor incondicional,
universal, sin hacer excepciones, ser apóstoles del amor a imitación de Cristo.
Participar en el plan y proyecto de Dios para el hombre: “A imagen y semejanza
de Dios” y hacerlo participe de “su divinidad” Llamados a su condición filial:
“hijos adoptivos de Dios”. Y vosotros no habéis recibido un espíritu de
esclavos para recaer en temor; antes
bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar
¡Abba Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de
que somos hijos de Dios. (Rom 8,15-16)
Si el hombre está capacitado para la comunión vital con Dios sin que pierda o anule su condición humana y desaparezca en la naturaleza divina, esto se debe a una dimensión constitutiva y misteriosa de su ser que ha sido llamado para la participación en la vida divina.
De ahí que la antropología cristiana no puede separar la condición creatural del hombre de su condición filial, pues ambas dimensiones pertenecen en "una unidad al proyecto original de Dios que ha querido que el hombre esté llamado a una vida de comunión íntima con Él".(1 Juan 4,8)
Pues su divino poder nos ha concedida cuanto se refiere a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento perfecto del que nos ha llamado por su propia gloria y virtud, por medio de las cuales nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas os hicierais partícipes de la naturaleza divina huyendo de la corrupción. (2 Pedro 1,3-4) El hombre en la justificación es totalmente pasivo frente a la entrega divina y consiste en abrirse y aceptar en su intimidad el amor de Dios. Así, el hombre siendo totalmente "asumido" puede crear con libertad en su interioridad aquellas condiciones que no impidan la transformación en el Espíritu.
Existen condiciones negativas que constituyen la realidad de pecado e impiden la correspondencia entre la interioridad del hombre y la comunión del Espíritu Santo; la libertad humana puede hacer imposible la presencia del Espíritu Santo y por tanto, impedir la inhabitación de las tres Personas que en el lenguaje corriente se conoce como "no estar en gracia" (situación de pecado).
Cuando la Inteligencia y la voluntad
no impiden la presencia del Espíritu, son asumidas por el amor de Dios cuya
interioridad (inteligencia y voluntad) se hacen misteriosamente presentes en lo
íntimo del hombre.
De acuerdo, al objetivo de la Antropología Teológica, demuestre: ¿Qué hay en el ser humano, que apunte, por decirlo así, más allá de sí mismo hacia Dios?
El hombre cristiano, conformado con la imagen del Hijo, que es el Primogénito entre muchos hermanos, recibe las primicias del Espíritu (Rom 8,23), las cuales le capacitan para cumplir la ley nueva del amor. Por medio de este Espíritu, que es prenda de la herencia (Efesios 1,14), se restaura, internamente todo el hombre hasta que llegue la redención del cuerpo (Rom 8,23).
Si el Espíritu de Aquel que resucito a Jesús
de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Cristo Jesús de
entre los muertos dará también vida a vuestros cuerpos mortales por virtud de
su Espíritu que habita en vosotros (Rom
8,11). Urgen al cristiano la necesidad y el deber de luchar, con muchas
tribulaciones, contra el demonio, e incluso de padecer la muerte. Pero,
asociado al misterio pascual, configurado con la muerte de Cristo, llegará
corroborado por la esperanza, a la
resurrección.
Esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en
cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la
vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina.
En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a
todos la posibilidad de que, en la forma de solo Dios conocida, se asocien a
este misterio pascual. Gaudium-et-Spes Capitulo 1 Nm
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En última instancia, ¿El hombre es capaz de Dios?
El hombre creado con la capacidad de responder al llamado a la existencia de su Creador. Dotado de inteligencia, voluntad, conciencia y libertad (estado de la existencia humana y, más precisamente aquel estado que le permite a la voluntad autodeterminarse y expresarse en su completa dimensión y alcance) para abrir su corazón a Dios, en su búsqueda de la verdad y la felicidad.
En Cristo es renovado, hechura
nueva a imagen y semejanza de Dios, redimido, justificado, liberado,
glorificado. Unido al Espíritu Santo, es capaz de vivir como hijo adoptivo de
Dios y responder al llamado a la imitación a Cristo: despojo de sí mismo,
donarse hasta el sacrificio de dar
su propia vida para llevar el amor de Dios
hasta los últimos rincones de la tierra.
relación del ser humano con Jesús
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